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miércoles, 7 de octubre de 2020

Raíces adventicias



Creí que había muerto. Hace unas semanas empezó a ponerse amarillo y cuando lo acaricié una bandada de palomillas blancas levantaron el vuelo. Polvo de palomillas en mis dedos como si me hubiera manchado de gis.  Debió haber sido hermoso si yo hubiera sido chiquitita y lo contemplara todo desde abajo: Pájaros magníficos, los bichitos que le chupaban la sangre a mi pepino. 


Creí que yo lo había matado porque le eché agua con jabón como me dijo el señor del vivero, pero se me olvidó secarlo después, como me dijo el señor del vivero. Además olía un poco a cloro. Creo que también se me olvidó lavar el tubito del aspersor y la desinfección terminó siendo demasiada.


Las hojas ya no eran amarillas. Ya no eran. En el lugar donde alguna vez estuvieron había tristezas parduzcas y arrugadas. Alguien me dijo una vez que si les quitas a las plantas las hojas dañadas tienen más energía para que crezcan las partes sanas. Miré largamente a mi pepino en busca de partes sanas pero terminé perdiéndome en los garabatos que forman los tentáculos (en internet encontré que se llaman ‘raíces adventicias’ y no estoy segura de que sea cierto, pero lo pongo porque me gustó el nombre) para aferrarse a la guía. Es hermoso, aunque no sepa a dónde ir. Algunas no se aferran a nada y sólo cuelgan y se enroscan en el aire. Tal vez todos deberíamos de ser un poco más raíces adventicias. 


Lo siento, divago. Mis plantas me han enseñado a ser paciente (el pepino no, hasta ahora había crecido con desesperación) así que tomé las tijeras y corté con mucho cuidado pero sin piedad todas las partes enfermas. Dejé que las hojas muertas cubrieran el suelo y les pedí que nutrieran a la planta, aunque también pensé que tal vez esa no era la mejor manera de acabar con una plaga. 


Pensé que lo había matado porque ya no se parecía a sí mismo. Sólo le quedaba una hoja verde y diminuta. Seguí esperando, impulsada un poco por la esperanza más la ternura de la hoja menos los inconvenientes prácticos que suponía arrancarlo. 


A los pocos días mi pepino volvió a cubrirse de amarillo, pero esta vez  eran flores. Si creyera en dios le pediría que me podara. Tal vez estoy rezando. Tal vez esta es la forma que tiene dios de hacer lo que le pido. Amén.  


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