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martes, 17 de marzo de 2020

Confesión


Mamá también murió un día 13 y yo vuelo un día 13 por segundo año consecutivo. En la sala de espera me entero de que los africanos tienen con el tiempo una relación distinta de la occidental. No están a su merced como nosotros, que lo entendemos como un elemento implacable que obra con independencia de las personas. Para ellos, explica el autor, las cosas suceden cuando la gente decide que es momento, cuando pueden, cuando están listos, independientemente de la hora. 

A penas despegó el avión, frente a la perspectiva de pasar algunas horas en una sala de espera me asaltó una pregunta que parecía haber estado esperando al acecho: ¿Qué estoy haciendo? No habría nadie buscándome al otro lado y tendría frío. Me sentí cansada. 

Después pensé en África. En hacer algo porque quiero, sin más razón ni obligación que perseguir un sueño y volví a ilusionarme. En el avión estoy nerviosa y duermo poco. Entrego mis horas alegremente a 'Devil wears Prada' y una versión renovada de Tetris. No, no tenía que venir. Quiero. 

Pienso en los ciclos. Pienso en los ciclos que tienen que ver con el nombre del tiempo y en cerrarlos, que tiene que ver conmigo. Así que un día 13 me levanto muy temprano para tomar un avión y otra vez mi madre no estará ahí para verlo. Voy sola y no, y cada vez más lista para acompañarme por todos los días 13 que han pasado y los que no. 

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