Leo también que organizaciones internacionales importantes, de esas que tienen muchas siglas en el nombre, coinciden en que la educación en los campos de refugiados es de una importancia capital porque devuelve a los niños un cierto sentido de normalidad, además de ayudarlos a convertirse en individuos productivos para la sociedad. Preguntas sobre la normalidad aparte, encuentro difícil conciliar esta sentencia con las estadísticas atroces que nos presentan unos párrafos más adelante sobre el miedo, la violencia y el hambre.
Confesión: Aunque he sido maestra durante algunos años, no tengo claro qué es la educación, por más que haya tratado de enfrentar seriamente la pregunta.
Lo que sé: En Nguenyyiel hay niños, hay maestros, hay algo parecido a una escuela y mi tarea es ayudar a los maestros de esa escuela a mejorar la calidad de la educación de esos niños.
Lo que no sé: Qué hacer. ¿Qué clase de currícula es pertinente en situaciones así?, ¿qué merece el título de educación en esos casos?, ¿qué es pertinente pedir y qué es lo mejor que se les puede ofrecer a los niños que han sufrido en carne propia las peores caras del hombre?
Apuesto de momento por tejer a través del diálogo con preguntas que nos ayudan a encontrarnos. Si la libertad fuera un color, ¿cuál sería? Si la familia fuera un animal, ¿qué animal sería? ¿y la paz? Pero hay otra que se queda conmigo: Si la educación en este sitio fuera un pájaro, ¿podría volar?