Tengo que
usar el teléfono para saber qué día es, de otra forma me pierdo aunque cuente
con los dedos de las manos.
Ayer
estaba convencida de que en la noche era viernes porque los vecinos tenían fiesta.
Razonamiento correcto con premisas falsas.
Escribo
para entenderme, pero a veces prefiero jugar en los charcos por miedo a la
marea. No me gusta que se me meta el agua en la nariz. Los charcos son Netflix,
limpiar el polvo, el Profesor.
Tocan a la
puerta y me doy cuenta de que me estaba aguantando las ganas de llorar. Sonrío
y acomodo las naranjas en el refri. La cocina vuelve a estar sola y en orden
otra vez. Yo nada más vuelvo a estar sola. Por eso escribo.
Escribo a
tientas con una mano sobre las grietas pero no encuentro las repisas, no sé
dónde poner las naranjas, ni la risa, ni el miedo. Tengo que sacar eso de la
estufa, ni la paciencia, espero, estornudo, me lloran los ojos, lloro, cebolla,
no veo.
No sé qué dejar en el suelo y qué seguir cargando. Algo huele a podrido,
pero no lo encuentro.
Empujo todo con los pies y me tumbo en el suelo a hacer ángeles
de nieve.
Tal vez no sea verdad, pero nadie está aquí para verlo.
"Buscar las raíces no es más que una forma subterránea de andarse por las ramas." José Bergamín
miércoles, 8 de abril de 2020
Confinamiento
Etiquetas:
Confinamiento,
corona,
pandemia
martes, 7 de abril de 2020
¿Pausa?
Hay lugares que parece que saben que van a estar bien contigo. Te reciben, te acoge su magia y sus tinieblas, huelen a asombro más que a miedo. Nos mecen y se acoplan al ritmo de nuestra respiración. Así fue Gambela para mí.
Antes hablaba de ir a África y ahora no digo ni siquiera que viví en Etiopía. Yo estuve en Gambela. El resto no lo conozco. Ahora ellos tienen su propia huella, sus propios contornos más o menos definidos en mi imaginación. A su alrededor el resto de África sigue siendo un abismo que me invita y a donde espero volver.
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